viernes, 31 de marzo de 2023

El cine y su contexto - "Me tiré un caca-pedo, nos tenemos que ir", Sandy Lyle (Mi novia Polly)

Sandy Lyle es uno de los personajes más queribles del finado Philip Seymour Hoffman. En Mi novia Polly, Sandy es un actor frustrado aunque presumido, de conductas extravagantes y escatológicas. Lleva una existencia absurda y errante que resulta cómica. Y además es el mejor amigo de Reuben Feffer, el protagonista de este film.


Sandy es capaz de contratar a unos camarógrafos para hacerle creer al resto de las personas que están filmando un documental para el canal E!, aunque eso es mentira. También es capaz de exprimir un pedazo de pizza para dejar caer la grasa en su boca. 


Sandy quiere y acompaña a Reubben pero sin quererlo a veces lo boicotea o le da los peores consejos. Reubben anda bajón y no es para menos: su flamante esposa se acostó con el instructor de buceo durante su luna de miel. Eso liquidó su matrimonio antes de empezar y muy posiblemente su autoestima.  


Pero en una muestra de arte, Reubben coincide con Polly Prince, una ex compañera de colegio, y siente cosquillas en la panza. Unas cosquillas parecidas siente Sandy, quien había invitado a Reubben al evento. Una muestra a la que fue sin ganas terminó siendo un lugar con muchas ganas de quedarse para hablar un poco más con esa personita que empezó a gustarle. Pero no. Sandy se le acerca y le dice: "me tiré un caca-pedo, nos tenemos que ir".


Al principio Reubben no capta el significado y Sandy no tuvo problemas en explicarle que se intentó tirar un pedo pero le salió un poco de caca.  Lleno de asco y desilusión por lo que implicaba la fallida flatulencia, Reubben se resigna, acepta irse, y le dice a Sandy que es la persona más desagradable que conoce. Una escena que le calza perfecto a un Ben Stiller que sabe encarnar con éxito a desgraciados con suerte. Y tuvo suerte porque se quedó con Polly. 




miércoles, 29 de marzo de 2023

El cine y su contexto - "Abuela, mano", Leche (25 watts)

 El nieto, autor de la frase en cuestión, es también el protagonista de la película. El popular Leche es un montevideano que adolece de proyectos, responsabilidades, rigor para sus tareas domésticas y académicas, sin un rumbo claro para su vida, ni muchas ganas tampoco de tenerlo. Un adolescente.  Junto con dos amigos (Javi y Seba) atraviesan su cotidianidad tomando cerveza, durmiendo y charlando sobre sus dilemas: las mujeres y la sexualidad. 

Durante las 24 horas en las que transcurre la película, El Leche, interpretado por el exiliado artístico Daniel Hendler, persigue un objetivo: conquistar a su profesora particular de Italiano, disfrazando para su madre un interés en su objetivo formal: salvar esa materia y encaminar su futuro.

El Leche es una marmota pero con Beatrice persevera, y ella no lo registra más que como alumno. El examen de italiano es una excusa que utiliza para acercarse a la profesora, pero no con fines académicos. Diríamos que conquistar a Beatrice es la única actividad en la que el Leche no demuestra desidia.

Mientras comparte una cerveza con su amigo Javi, fumando en el sillón del living de su casa, Leche descubre una manera de estudiar sin estudiar: mirando un canal de televisión italiano. Es que se jacta de tener cable y no pagarlo. No sabemos si es por eso que la señal le llega intermitente, porque la ven con “lluvia”. 

(Si naciste luego de los 2000, contarte que ver la tele con lluvia no tenía implicancias meteorológicas. Una experiencia que forjaba la paciencia, porque la lluvia se llevaba toda claridad de sonido e imagen, para devolvértela indistintamente y regalarte lo que serían frustradas ilusiones. Se me ocurre que lo más parecido es la interferencia que nos sale de los auriculares cuando el ómnibus pasa por 18 y ejido o el túnel de 8 de octubre. Si te parece muy urbana o montevideocentrista la analogía te pido perdón y espero entiendas que quien escribe estas líneas  fue, y aún es, un ser urbano con Montevideo en su eje. Si bien esta película es un homenaje a la adolescencia montevideana, lo mio es estrictamente una falencia  y no una coherencia narrativa con la pieza comentada)  

Sigamos. 

“Tengo cable, tengo el canal RAI: estudio por tele”, le dice Leche al Javi mientras maniobra con las conexiones que enchufan atrás del televisor. En ese momento se percatan de que la señal solamente se mantiene con alguien oficiando de “antena” cerca del soporte de metal del televisor, algo más parecido a un caminador ortopédico que a los rack contemporáneos que lucimos hace un par de décadas. 

La escena siguiente muestra al Leche y Javi echados (nunca sentados) en el sillón, mirando la tele con la abuela del Leche funcionando literalmente como un mueble, con su mano apoyada sobre el soporte de metal, dándole la espalda a ellos y al televisor. 

Como mueble la abuela del Leche funcionó muy bien hasta que nos acordamos de su humanidad cuando se le cansa el brazo y lo despega del soporte. Es en ese instante que se pierde la señal y el Leche se toma la molestia de levantarse del sillón para volver a poner el brazo de su abuela como antena, no sin antes pedirle amablemente: “Abuela, mano”. 



martes, 28 de marzo de 2023

El cine y su contexto - "No la mejor mitad", Caledon Hockley. (Titanic)

 O en inglés "Not the better half". La frase es de uno de los villanos de Titanic: Caledon Hockley. No suena conocido el nombre pero si pensamos en el prometido por conveniencia que tenía Rose, lo ubicamos fácilmente.


Aristócrata inglés clasista, materialista y estirado de los que miran por arriba del hombro, Hockley llegó al Titanic en un auto de lujo, acompañado de su prometida Rose, su futura suegra, su sicario de confianza, y enseguida compró unos esclavos de turno que estuvieron media hora cargándoles las valijas al barco. Vivía bajo la filosofía de que el dinero podía comprarlo todo, incluso a las personas.


Cal, como se lo apoda en la película, será lo que será pero a Rose la quiere. El problema es que ese amor no parece recíproco sino más bien ficcionado y patrocinado por Ruth, la madre de Rose, una viuda noble arruinada por las deudas de su difunto esposo que prefiere elegirle marido a su hija antes de volver a ser pobre y desaprovechar su ilustre apellido. 


De la misma manera que el Titanic se hacía camino en el Atlántico para encontrarse con un cascote congelado, el viaje de Rose fue un camino a la honestidad emocional y la libertad individual, porque al conocer el verdadero amor con Jack empieza a dudar de su futuro matrimonio con Cal y de los valores éticos y sociales que maneja la alcurnia que la rodeaba. 


Cuando el Titanic para de pecho ese iceberg Rose estaba en plena montaña rusa del enamoramiento, y empezando su liberación para pinchar la burbuja de finos modales y prejuicios sociales en la que vivía. Soñaba con soltar la hipocresía y alejarse del burgués Cal, escaparse con alguien pobre pero que sí amaba, mientras cuestionaba cada vez más convencida los principios materialistas y clasistas que regían en su futura familia y núcleo de amistades. 


Y cuando el hundimiento del barco fue una certeza matemática, hasta los aristócratas más distinguidos debieron acoplarse a las incómodas y poco refinadas actividades de supervivencia, como por ejemplo subirse a un bote salvavidas. Por otra parte y fiel a la estructura de clases, los arquitectos del Titanic contemplaban una tragedia solo para ricos, porque el barco contaba con botes para la mitad de los pasajeros. Y de concretarse un accidente, serían los pobres los relegados. Así fue: a los de tercera clase no les permitían pasar a cubierta para acceder a los botes. Y ahí se armó la hecatombe.  


Ruth, que ya estaba totalmente tomada por el personaje de vieja oligarca clasista, se pone asquerosita en medio del caos y lanza un pedido: "espero que los botes no estén abarrotados". El barco hundiéndose con botes para la mitad y la señora pensando en salvarse la vida con comodidad. De poco apego a las 8 horas, prefirió recuperar status social a costa de la felicidad de su hija, y ahora cagándose en la vida de 1000 personas con tal de no ensuciarse el vestido. Alta resentida la Ruth. Empoderada y sensibilizada con la desigualdad de clase, Rose la interrumpe y con un sarandeo le grita: "Ay, madre: ¡callate! El agua está helada y no hay suficientes botes. La mitad de esta gente se va a morir". Fuerte. La madre queda muda pero el que habla es Cal y dice: "no la mejor mitad". Más fuerte.


El iceberg parece interrumpir la liberación de Rose pero las palabras de Caledon la alejaron definitivamente de ese proyecto de vida. Más aún cuando se enteró que Cal y su guardaespaldas tenían preso injustamente al adorado Jack. Y allá fue a mojarse y a salvarlo. Ya habría tiempo de pensar en cómo salvarse. Pero con Jack. 


A Cal no se le puede negar coherencia en sus valores porque según cuenta la Rose viejita, la crisis del 29 le pegó duro a las arcas de Hockley, a quien le entró la depresión y se pegó un corchazo. "O soy the better half o no soy", habrá dicho antes de jalar el gatillo. 





lunes, 27 de marzo de 2023

El cine y su contexto - "Llévate las tórtolas", Mr Duncan. (Home Alone 2)

 La frase se genera en la ciudad de Nueva York, específicamente en la juguetería Duncan. Y el dueño de esas palabras es el mismísimo Señor Duncan. Un viejo filántropo y bonachón que no sólo deja que los niños hagan de su juguetería un parque de diversiones, sino que dona la recaudación de Navidad para un Hospital de Niños. La verdá, un premio Nobel el veterano. El Kevin andaba dando vueltas por La Gran Manzana con la plata y las tarjetas del padre y cuando se entera de la acción benéfica de la Juguetería, quiere aportar a la causa y le da 20 dólares a Duncan. Dice que los ganó limpiando nieve pero nunca sabremos si fue otra de sus mentiras para no desnudar su situación o realmente tenía tan bien administrada su plata y la de su padre.


Conmovido por la actitud, el Señor Duncan le dice a Kevin que puede llevarse cualquier adorno del árbol de Navidad de la tienda. Pero le sugiere cuál: "llévate las tórtolas", le dice. 


- ¿¡Queeeé...las dos?!, preguntó Kevin, en una actitud que demostró un poco de sobreactuación. Sí, Kevin, tampoco te pases de buenito que ya estás craneando el Plan "Ho, Ho, Ho" para arruinar la carrera delictiva a Los Bandidos Pegajosos (antes Bandidos Mojados) y dejar a dos familias en la calle.


Las tórtolas son una especie de palomas blancas que colgaban juntas en el árbol. En ese momento el veterano le explica el significado de las tórtolas, que también venían con Manual de Uso. "Quédate una y dale la otra a una persona especial". Como que la idea es mantener por siempre el afecto entre dos personas. Se pasa de tierno el Duncan. Lo único que se le podría cuestionar es el tamaño del ego, directamente proporcional al tamaño del cuadro de él mismo que colgó en plena juguetería. 


¿Y con quién usó las tórtolas, Kevin? Con La Señora de Las Palomas, demostrando una coherencia narrativa envidiable para las metáforas. La señora en cuestión es una indigente notoriamente depresiva que pulula por el Central Park llenita de pelos de paloma porque su única actividad diaria es esa: darle de comer a las palomas. Y parece que no le estresaba mucho que le revolotearan arriba. Tomando en cuenta que son bichos con alta transmisión de enfermedades infecciosas, el oficio de la señora se parecía más a un coqueteo depresivo con la muerte que a una acción altruista para con las aves neoyorquinas. 


Como Kevin andaba muy en la vuelta se hicieron amigos y en la escena final de la película, el infante le regala una de las tórtolas. La señora, cuyo nombre se ignora, se muere de la ternura, especialmente porque no estaba practicando con frecuencia el "ida y vuelta" de afecto con ningún ser humano. 


martes, 7 de marzo de 2023

Test sobre uso del smartphone - ¿Sos adicto al celular? (2023)

 Por favor, si te identificás con más de una opción por consigna, apelá a la más frecuente.


1) Cuando recibo un SMS, yo: 

a) Me entra una calentura bárbara porque una vez que el celular suena sin que lo desbloquee por inercia, es para avisarme que enviando un SMS con la palabra "CARNAVAL" puedo cargar 5 gigas con 150 pesos.

b) Los tengo silenciados y de vez en cuando borro los últimos recibidos solo para matar burbujitas rojas de la pantalla.

c) No recibo. Los tengo deshabilitados. 

d) Es el dueño del apartamento para avisarme que le llegó la transferencia por el alquiler. El señorito no usa WhatsApp. 


2)  Durante una charla mano a mano con otra persona, yo:


a) Desbloqueo el celular en más de una ocasión, le saco la vista a quien me habla y si veo algo que me interese lo interrumpo para comentárselo. Puede ser una receta de muffins, la cura del cancer, o un tweet de Sergio Puglia.

b) Desbloqueo el celular, le saco la vista a quien me habla, y a los dos estímulos de atención que tiene mi cabeza le sumo la culpa por saber que estoy actuando mal. 

c) Le presto atención y cuando me invade el estímulo o las ganas de agarrar el celular, lo dejo y si puedo lo hago de forma disimulada.

d) Le presto atención en todo momento y si me preguntás, no tengo idea donde dejé el celular.


3) Durante el trabajo


a) Tengo el celular al lado de la computadora y lo desbloqueo con frecuencia para ver redes sociales. Y eso que utilizo WhatsApp Web, que resultó un aliado para fingir serios y concentrados tecleos laborales cuando en realidad estás en una discusión filosófica en el grupo  "Amigos".


b) Tengo el celular al lado de la computadora y lo desbloqueo con frecuencia para ver redes sociales. Siento culpa y por momentos me genera un multitasking entre la tarea laboral y el consumo de contenidos en redes.  


c) No siempre tengo a la vista el celular en la jornada laboral. Lo desbloqueo en horas puntuales o en circunstancias extremas de ocio.


d) Dejo el celular en la mochila o cartera. 


*Personas con trabajos de calle o sin escritorios pueden sentirse contempladas con preguntas sobre el tránsito incluidas a continuación, o bien compartir esta pregunta con su amigo o amiga más cercana con el fin de engancharlo/la y recomendarle que visite el blog. 


4) Adentro de mi casa…


a) Siempre tengo el celular a la vista o en el bolsillo

b) Trato de no estar pendiente del celular pero me doy cuenta que lo desbloqueo con frecuencia y me da impotencia hacerlo incluso cuando lo hago sin recibir notificaciones, como un alcohólico que se angustia mientras se embucha otro trago

c) Uso el celular y tengo momentos pseudo formalizados para hacerlo, salvo urgencias.

d) Cuando llego a mi casa dejo el celular "en algún lugar" y no lo chequeo salvo llamados o mensajes personales.


5) ¿Cuándo fue la última vez que fuiste de cuerpo sin el celular?


a) Pa, me matás...te diría que no voy de cuerpo sin el celular.

b) Pa, no me acuerdo pero ponele que el Cono de Mc Donald´s salía 15 pesos y Graciela Bianchi aún no mezclaba la medicación.

c) Hace poco; recién lo había puesto a cargar y me contuve de llevarlo. No sabía para dónde mirar. Fue todo muy rápido.

d) No pienso en el celular cuando siento ganas de ir al baño. No obstante, si siento que habrá varias horas de trabajo de parto, lo busco especialmente.


6) Identificate con una situación o lugar donde se accidentó tu celular y con tu reacción


a) En el deck de un bar se fue para abajo entre las maderas y pedí por favor que las personas con dedos finos me ayudaran a rescatarlo. También ofrecí recompensa. Finalmente lo rescató un mozo al que le ofrecí mi clave de Netflix y todos mis Abis.

b) Sacando una selfie se me cayó en las lanchitas del Parque Rodó (o embarcación símil) y metí medio cuerpo al agua para rescatarlo. Lo dejé flotando en arroz unas horas, intenté prenderlo. No prendió. Me compré otro.

c) En el baño. Se me cayó en el water. Desde ese incidente trato de llevarlo menos o extremar cuidados.

d) Me lo dejé en la Sala de Espera del dentista. Me llamaron para avisarme unas horas después y aún no me había dado cuenta. Estuve una semana sin teléfono.


7) Vas manejando y te toca un semáforo en rojo. ¿Qué hacés?:


a) Recorro historias de Instagram 

b) Termino de escribir un correo

c) Miro de reojo el celular y me contengo de abrir una notificación. (Si el semáforo es largo chequeo la notificación pero la dejo para responder después)

d) Me rasco un moco y lo dejo pronto para sacar en el próximo semáforo.


8) A la hora de cargarlo


a) Llevo casi siempre un cargador conmigo y busco un enchufe cerca de donde estoy para tener el celular a mano, o bien hago un plantón al lado de la entrada de electricidad que encuentre

b) Llevo casi siempre un cargador conmigo y lo he metido en cuanta entrada de electricidad que pude, aunque si me tengo que alejar del aparato durante la carga, puedo sostenerlo.

c) Tengo dos cargadores pero últimamente uso solo uno y en mi casa. Trato de hacer durar la batería y no llevar conmigo un cargador; si se me descarga fuera de casa, no me queda otra que bancármela. 

d) Tengo un cargador fijo enchufado en mi casa y casi nunca necesito cargarlo afuera Si le tengo que pedir prestado a un desconocido, no tengo inconveniente. 


9) Lugar o situación inusual en la que diste un like con el celular


a) Mirando los instantes finales del capítulo final de una serie.

b) Durante una reunión de trabajo.

c) En la cola del supermercado cuando se trancó la caja rápida.

d) En la sala de Espera del dentista.


10) Sin contar el uso de despertador, ¿cuándo y cómo es la primera vez en el día que desbloqueás el celular?


a) Enseguida después de abrir un ojo, acostado.

b) Enseguida después de abrir un ojo, acostado.

c) La mayoría de las veces lo miro recién despierto pero algunos días trato de lavarme la cara y los dientes antes de mirarlo. 

d) Después de lavarme la cara, los dientes y del desayuno. 


Soluciones


Mayoría de respuestas a: Sos humano sintomático, probablemente con adicción al celular. Pero no sos consciente de esa condición. La inconsciencia es salud. El día que dejes el gas prendido por culpa de celular ya llegará la conciencia, la culpa y la necesidad de ocuparte del tema. 

Mayoría de respuestas b: Sos humano sintomático, probablemente con adicción al celular y consciente de tu afección. Ser consciente te preocupa y te obliga a ocuparte. De 100 batallas por día, perdés 98 con el celular. El desafío es, por lo menos, empatarle.

Mayoría de respuestas c: Sos humano sintomático, con una adicción controlada por animarte a cambiar tus hábitos. Convertiste la conciencia en acción y emparejaste un poco la pelea con el celular. ¡Seguí así! 

Mayoría de respuestas d: ¿Sos humano? A mí no me mientas, eh…Voy a elegir creerte y decirte que tenés todas las condiciones para ser un Maestro Buda. Muchos te envidiamos tu autocontrol y la poca permeabilidad a los estímulos.


Tute


No tenemos la culpa de ser trastornados mentales - La cultura de la conectividad

Hay una verdad cotidianamente revelada en la que voy a redundar con fines reflexivos: los seres humanos tenemos un trastorno mental asociado al celular que afecta nuestra vida social, íntima y laboral. Y más allá de los distintos niveles de conciencia sobre la situación, no hacemos mucho por evitarla. Pero no es nuestra culpa. Responde a un escenario inédito en la historia de la humanidad donde se conjugan de forma excepcional y funcional 4 circunstancias o realidades. Como adictos, la única culpa que nos cabe es existir en esta era. Quizás de la única responsabilidad que debemos hacernos cargo es de ser conscientes de la adicción para retomar (un poquito) el control remoto de nuestro tiempo.


No son pocas las voces que estudian el tema. Uno de por acá es el tecnólogo argentino Santiago Bilinkis; es con él y no conmigo que pueden comprender con detalle esta realidad, en cualquiera de sus ponencias que encuentran tecleando su nombre en Google, o en el libro Guía para Sobrevivir al Presente. (No es la única persona que reflexiona e investiga el tema pero como buenos rioplatenses que somos, consumir argentinos es un desenlace lógico) Si teclean el nombre con faltas también van a encontrar sus conceptos. Acá lo vamos a parafrasear nomás. 

Pero también existen versiones alejadas del determinismo tecnológico, que instauran una perspectiva antropológica: no solo no estigmatizan a la tecnología ni la colocan como el brazo ejecutor del mercado que digita nuestros hábitos, sino que la entienden como resultado intencional de deseos humanos que evolucionaron históricamente. Una exponente valiosa de esa visión es la, también argentina, Paula Sibilia; antropóloga e investigadora  en temas culturales.

Circunstancia #1

Nosotros mismos como especie 

Particularmente el funcionamiento de nuestro cerebro y las posibilidades de manipulación a las que está expuesto. Nuestra cabecita no funciona muy distinta a cuando debíamos cazar para comer y andábamos de sandalias todo el día. No hemos evolucionado tanto como creemos solo porque con un pin y un verde podemos ir de compras. Una de las características intactas de nuestro cerebro prehistórico es el sistema de recompensas. Un mecanismo que desarrolló el ser humano (a falta de instinto) para sobrevivir. Ese sistema permite que asociemos ciertas situaciones o cosas a una sensación de placer, y al darnos esa sensación tendemos a repetirlas; fenómeno más conocido como piloto automático. Ese mecanismo cerebral explica por qué algunas cosas nos resultan apetecibles, desde las necesidades más básicas (comer) a las más complejas (evitar la tristeza).

 Por ejemplo: supongamos que estamos aburridos o angustiados. Eso provoca una incomodidad que nos lleva a caer en acciones inconscientes e incorporadas que calmen esas sensaciones. Hoy cualquier estímulo informativo del celular representa una gratificación inmediata, una dosis de dopamina que puede calmarme ese dolorcito emocional. Porque el aparato permite estar o meternos en muchos lugares a la vez. ¿Quién alguna vez no soñó con ser invisible para ser parte de una situación inalcanzable? Bueno, el celular te convierte en invisible y te deja viajar a donde quieras. Invisibles y voyeurs: ¿qué más querés?

Siempre nos perdimos el 99% de las cosas que pasaban en el mundo pero ahora somos conscientes de que podemos chusmear o acceder a distancia a infinidad de cuestiones.  Puede ser un gol de Suárez, la foto en Buzios de mi compañero de laburo con la novia, un tweet gracioso, un video que mandó un amigo al grupo de WhatsApp, un mailing con ofertas, la nueva tendencia en Twitter, una noticia que nos llama la atención, una historia en Instagram de algún famoso o influencer, y las siguientes, un link con la columna de radio que no pude escuchar en la mañana, una aviso de Netflix para terminar de ver una serie empezada,  un álbum de fotos familiares de la persona que vio tu perfil de Linkedin, cualquier material antiguo que alimente nuestro hambre melancólico, y millones de estímulos más que le dan una rica y rápida recompensa a nuestro cerebrito, aunque no tengamos un interés genuino en conocer. Nos llueven estímulos que nuestra mente etiqueta como deseables. La contrapartida es que la posibilidad real de contar en la mano con un aparato donde veo mucho de lo que pasa en otros lados, genera una sensación constante de ansiedad. Y así somos vulnerables.

Ocurre con otras vulnerabilidades de la mente que  nos dejan en “pelotas” bastante seguido. Lo bueno es que las reglas de juego son parejas para todos. Algunos más, otros menos, siempre quedamos desnudos ante otros. Es como una playa nudista de vulnerabilidades. 

Una característica humana bien evidente es la autoestima y la necesidad de aprobación ajena.  Siempre nos importó la imagen (física y moral) que los otros tienen sobre nosotros. Lo que cambió es que ahora ese reconocimiento es a la vista de todo el mundo, cuantificable y cualitativo con likes, comentarios, retuiteos, y vistas a nuestras publicaciones; además tenemos la chance de compartir cualquier instancia de nuestra existencia. Quien publica una foto o una opinión o comparte una noticia en Facebook  Twitter, Instagram o cualquier red social reacciona a cada like con una descarga de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer o la motivación. Los corazoncitos generan sensaciones agradables en nuestro cerebro, muy difícil de resistirse; eso explica una conducta adictiva.

Es decir que las redes sociales aprovechan la seducción que nos causan las vidas ajenas y la posibilidad de mostrar nuestra vida para mantenernos enganchados. Modificaron el proceso de validación social  aprovechándose de nuestra vulnerabilidad para generar una dependencia excesiva a esos espacios digitales. 

Pensemos un ejemplo bien básico de cómo un ser humano puede necesitar validaciones sociales de su entorno digital: la foto de perfil. Y les cuento cómo trabajan los robotitos pa´ dejarlos bien calentitos ¿Ustedes sabían que los cerebritos de Sillicon Valley, específicamente los de Facebook, manipulan nuestra “aprobación social” simplemente manejando cuántas veces aparece la notificación de nuestro cambio de imagen en los muros de nuestros amigos? 

Y así funciona con otras emociones vulnerables que capturan nuestra atención. Si las emociones vulnerables fueran una obra de Gerardo Sofovich, la Autoestima y la Indignación serían las vedettes principales.  ¿Por qué hacen eso las redes sociales? Lo pregunto como si pudiera ponerle suspenso y el desenlace no fuera evidente. Pues por dinero. Cuanto más adictos somos, más tiempo y atención les brindamos, y más huellas y datos dejamos en las plataformas en cada acción, y más datos tendrá una marca para micro segmentar sus publicidades. Y las redes venden espacios a las marcas para promocionarse. No tiene ninguna otra vuelta más filosófica ni retorcida.

                                  

Circunstancia #2

La evolución del conocimiento sobre nosotros mismos. 

Muchas de las mentes más brillantes de la humanidad nos sacaron la ficha como especie y se han quemado las pestañas para hackearnos el cerebro. Y lo logran a pedido de los gigantes tecnológicos como Facebook, Google, Apple, Youtube, Amazon, que pelean por lo mismo: captar nuestra atención (y tiempo). Desde la neurociencia y la psicología logran entender cómo funciona la mente y diseñan plataformas para generarnos adicción.

Suena muy dogmático pero si no me creen hay un par de voces más autorizadas que lo han hecho explícito. 

Tristan Harris fue Jefe de diseño ético de Google pero le entró la culpa y ahora está arrepentido. Renunció a la compañía por problemas éticos justamente. Y fundó el Center for Humane Technology (Centro por una Tecnología Humana) que pretende cambiar el modelo de negocio de las compañías de Internet que hoy está basado en la economía de la atención. Menuda utopía la de Harris. Lo cierto es que el tipo declaró que la mejor manera de captar la atención es saber cómo funciona la mente de las personas. Y eso hacen las plataformas digitales.

Otro del Club de los Arrepentidos es Sean Parker, ex presidente y co fundador de Facebook, hoy a cargo de un proyecto de investigación de inmunoterapia contra el cáncer. En un evento en 2017, Parker dijo: "Explotamos una vulnerabilidad de la psicología humana. Lo entendíamos, conscientemente, y lo hicimos de todas maneras". Más allá de lo vulnerable que nos hacen sentir estas revelaciones, es positivo que para algunos, la culpa mata billetera, como en el caso de Parker y Harris, quienes no devolvieron sus ganancias pero tampoco tenían necesidad de mear tanta culpa y hacernos conscientes de sus hackeos a nuestras cabecitas. 

Parker explicó que el razonamiento para crear Facebook fue ver cómo lograban consumir la mayor cantidad de nuestro tiempo y atención consciente posible. "Eso significa que tenemos que darte algo así como un toquecito de dopamina cada tanto, porque alguien le dio “Me gusta” o comentó una foto, y eso hará que aportes más contenido, y a su vez que recibas más “Me gusta” o comentarios; es un circuito cerrado de retroalimentación de validación social".

En resumen, como dice Bilinkis, el avance cognitivo de internet no es por azar. La tecnología no es neutral. La universidad de Stanford tiene un Laboratorio de Tecnología Persuasiva, que dice explícitamente que su meta es entender cómo se puede usar tecnología para modificar lo que las personas piensan y hacen. Eso mismo declaran en su sitio web.

Recapitulemos: por un lado tenemos a ciudadanos de La Tierra (todos nosotros) con toda nuestra humanidad prehistórica a cuestas, y por otro, una porción de la raza humana que dedica muchas horas a estudiar las propias vulnerabilidades de la mente con un fin comercial: conseguir atención de las personas para vender espacios de publicidad y nuestros datos para luego hiper segmentar los mensajes publicitarios. En el medio está lo que hace posible que ambas situaciones sean funcionales: algo que pesa menos que 6 fetas de leonesa cortada finita y podés ponértelo en cualquier bolsillo.


                                  

Circunstancia #3

Sí, ¡el celu!  

Y acá no tiene lugar ni el loquito más escéptico; ese que te va a decir que siempre existió la manipulación y la vulnerabilidad humana. Los haters de la publicidad. Más bien que siempre existió. Lo novedoso es cómo algunas compañías tecnológicas entendieron todas estas variables que estaban a disposición pero sin aplicación concreta, y el surgimiento de un lugar ideal donde tienen la posibilidad de hacerte hacer lo que quieran: un Smartphone. Una herramienta de bolsillo que pesa menos de 250 gramos con la que podemos enviar correos, chequear el clima, contestar mensajes a quien sea, alquilar una casa, jugar, comprar unas chancletas o chusmear la vida personal y profesional de cualquier persona sabiendo su nombre. No resulta extraño pensar que todo eso no es gratis. Y no. Porque somos un producto. O quizás menos que eso: somos el insumo de un producto. Porque lo pagamos con nuestro tiempo, el insumo que necesitan las plataformas para crear perfiles y dirigir mensajes específicos según nuestra personalidad. 

No sé cuánta disciplina podremos lograr, pero al menos que la manipulación sea consciente. Y que la consciencia ayude a que si en un día nos hacen dar 5000 clicks que nosotros no haríamos, bueno, poder minimizarlo. Entender cuándo somos vulnerables por nuestras propias fallas humanas.

Cuando empezás a darte cuenta de lo mucho que saben de tu vida, de lo mucho que nos manipulan, hay más chance de minimizar la manipulación porque es consciente. Mirar con desconfianza. Hacer un click pero mental. Está bien, seguiremos haciendo millones de click innecesarios todos los días, pero desconfiemos. Ese click. Básicamente estamos distraídos todo el tiempo.

Como no podemos depender de que desaparezcan todas esas seducciones de nuestra vista y de no tener tentaciones para no caer en ellas, debemos ser conscientes de lo que realmente ocurre para poder gestionarnos mejor.

Seguramente no alcance solamente con la concientización individual para minimizar la manipulación de las redes sociales y la adicción al celular, pero al menos es un factor que está a nuestro alcance. Si en 5 o 10 años existen regulaciones que ayuden, genial. Hoy no.

Me incomoda un poco decir “Plataforma” para referirme a las redes sociales; el término tiene más una presunción semántica sofisticada que un correlato con la realidad: decir plataformas es decir las empresas más omnipresentes en la vida humana contemporánea. Son proveedores de software, hardware y servicios que ayudan a codificar actividades sociales. Ni más ni menos. Procesan una cantidad asquerosamente grande de datos a través de algoritmos matemáticos, para luego presentarnos su método con interfaces amigables y tentadoras. Así, ofrecen en nuestras pantallitas configuraciones predeterminadas que son resultado de decisiones estratégicas de los dueños de esas empresas.




Circunstancia #4 

Queríamos inventar los celulares y los inventamos


Es probable que si llegaste hasta acá interpretes que la tecnología es un enemigo que controla nuestros hábitos al servicio del mercado. Este cuarta circunstancia propone entender que las tecnologías no constituyen (solamente) un enemigo que nos controla la vida a cambio de dinero, sino que (además) son consecuencia de transformaciones en creencias, valores y modos de vida de la era moderna hacia otras formas de vivir que son contemporáneas. Es una perspectiva que defiende la argentina Paula Sibilia quien señala que “las válvulas morales se fueron relajando.” Explica que en el siglo XIX y el XX las paredes funcionaban bien para limitar el espacio privado y el público pero hoy los límites son difusos. Pero antes no era solo la pared sino toda una serie de creencias y valores protegían esa privacidad: la moral, el pudor, el decoro, la discreción. En definitiva, se amplió el campo de lo que se puede decir y mostrar, fenómeno ya presente en los 60 y 70 surgido por rebeliones juveniles, la revolución sexual, las revoluciones feministas, y nuevas posibilidades de relación con los otros, con uno mismo y con el mundo, explica Sibilia. 


Así que no nos hagamos las víctimas. Los humanos inventamos los smartphones adrede para hacer casi todo lo que hacemos con ellos pero además para poder vivir de modo visible y en conexión permanente con los demás. Los celulares no cayeron del cielo, son fruto de nuestros deseos y necesidades. La necesidad de vedettizar nuestra vida es causa y las herramientas construidas la consecuencia. Hagámosnos cargo.






jueves, 23 de febrero de 2023

Cómo vivís el fútbol: Test del hincha


Si el fútbol te importa (es decir que te afecta las emociones para bien o para mal) es natural sentir miedos por más confianza que le tengas a tu equipo. Miedo a quedar afuera de un Mundial o de una Copa. Miedo a perder un clásico. Miedo a perder sin merecerlo. Miedo a que se lesione un jugador importante. Todos miedos deportivos. Son intrínsecos a la condición de "Hincha". Y sanos. Cuando el miedo se traslada a que el lesionado seas vos, no es sano. Y como hoy la sociedad es más violenta, el fútbol también. ¿Cuántas personas prefirieron no ir a un clásico por miedo? ¿Cuántas personas sintieron miedo a la salida de un partido por haber ganado? ¿Cuántas personas dejaron de ir a ver fútbol por miedo? ¿Cuántos padres y madres tuvieron miedo porque un hijo suyo iba a un partido "de alto riesgo"? No te ilusiones porque no tengo las respuestas. Solo me resulta amenazante que se naturalice ese miedo, y que se reproduzca el veneno que lo hace vivir. 

La alarma suena cuando la violencia es el motor de la pasión. El veneno parte de una minoría: los barras. Aparentes excluidos de un sistema que encuentran en el fútbol un poder. El poder del miedo que genera su violencia. La amenaza latente también es un ejercicio de poder. Y además ocupan un lugar estelar: a ellos miran los jugadores cuando festejan los goles, mirándolos se besan la camiseta, y sus letras son la banda sonora de cualquier partido. Ellos logran imponer el mensaje de que el motor de la pasión por un equipo debe basarse en la violencia; en quién se caga menos, en quién aguanta más, en quién acompaña más al equipo en la derrota o en quien hace del fútbol su vida entera. Y en que la pasión significa no sólo no tolerar la derrota sino tampoco tratar de entender sus razones. Es cierto: la pasión tiene un gen fundamentalista, radical, porque si a alguien le gusta el fútbol y es hincha de un equipo, es muy probable que esa pasión sea la única que no cambie hasta que se muera. Y lo resume mejor Francella con su personaje en El Secreto de sus Ojos: "El tipo puede cambiar de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: de pasión". Eso siempre fue así. 

Lo que ha cambiado es cómo se manifiesta la pasión, y especialmente, qué consecuencias genera que el mensaje dominante de la pasión sea alrededor de la violencia. Los violentos tiran la premisa que recogen muchos: cuanto más odio y violencia promovida, mayor es el amor a mi cuadro. Hay una masa que reproduce, desde un fanatismo mal entendido, una violencia implícita, cómplice y legitimadora de la violencia explícita: con cantos durante los partidos, y todo tipo de publicaciones en redes sociales o comentarios graciosos de asado; ahí el denominador común es el odio, la violencia, la exclusión.

El sistema en el que consumimos y asistimos al fútbol quizás exija un filtro para digerirlo. Y como aún a los humanos no pueden instalarnos un filtro que depure los mensajes de violencia justificados en la pasión, el camino es autoimponérselo, por el bien de la pasión.  Porque la amenaza es el parásito de las barras, y la enfermedad es comer de la mano su veneno. Un filtro proactivo que depende de la voluntad y la conciencia. Porque se puede gritar un gol como un adicto a la paste base y no reproducir la violencia. Sí se puede.



Este test no pretende ser un manual del hincha ni un material didáctico sobre cómo vivir la pasión por un equipo. En el mejor de los casos, invita a reflexionar sobre algunas de las conductas naturalizadas que reproducen lo que yo entiendo un modelo enfermo de vivir el fútbol.


Test del hincha

1) Cuando tu equipo sale a la cancha, vos:

a) Sacás tu celular y filmás el recibimiento de la barra.

b) Te enfocás en los jugadores y/o en el recibimiento de todas las tribunas.

c) Todavía no entraste al Estadio.

d) Lo ves en tu casa y todavía estás poniendo los manteles para la picada en la mesa ratona.


2) Si te cruzás con un hincha rival que amenaza con hacerte daño, vos:

a) Te plantás para enfrentarlo.

b) Tratás de escapar o evadir la situación.

c) Le tratás de explicar que la violencia no conduce a nada bueno.

d) Le dejás que te pegue una piña y te hacés el muerto.


3) Vas al estadio a ver a tu equipo…

a) Aunque no quiera la Policía.

b) Porque te apasiona el fútbol.

c) Para encontrarte con amigos.

d) Te vas los fines de semana para afuera.


4) Para vos la pasión por un equipo es…

Tu vida.

Una emoción. 

Un slogan.

Nunca lo habías pensado.


5) ¿Qué darías por tu equipo?

a) La vida.

b) Muchísimo tiempo de tu vida.

c) Pa´, me matás con la pregunta.

d) Poné “No sabe/No Contesta”.


6) Al clásico rival lo ves como…

a) Una persona para someter sexualmente.

b) Un equipo rival.

c) Depende de a quién le estés preguntando.

d) Como decís vos: el clásico.


7) Durante el partido

a) Te prendés a la mayoría de los cantos de la Barra entre los que se destacan mensajes contra la Policía, recuerdos o aspiraciones de sometimiento sexual al clásico rival, y amenazas en general a las fuerzas de choque y a los hinchas rivales.

b) Mirás el juego, en ocasiones comentando con algún amigo, y según alguna circunstancia del partido, se te escapa alguna puteada o reclamo al juez. Un gol cada tanto, lo gritás como un adicto a la pasta base en abstinencia.

c) Sinceramente disfrutás más el componente social en el entretiempo que el propio partido.

d) Al partido lo agarrás siempre empezado y si está liquidado y podés, te vas antes.


8) Si tu equipo pierde un partido importante, vos:

a) Te frustrás, puteás y luego buscás la respuesta en decisiones del juez, en el jugador más fácil de putear, la mala suerte, o en el accionar de La Red de Conspiración para Perjudicar a Tu Equipo. 

b) Te frustrás, puteás y luego tratás de encontrar razones que expliquen el resultado, incluso llegando a pensar que no todo resultado tiene explicaciones.

c) Inmediatamente consumada la derrota cambiás el chip y ya estás pensando qué vas a comer en la cena.

d) Fingís una calentura mayor a la que sentís para no quedar en offside frente a tus pares.


Soluciones 

Mayoría de respuestas A: Es probable que estés reproduciendo los mensajes dominantes de la cultura barra brava, en los que el motor de la pasión es la violencia, el "aguante", y "dar la vida por los colores”. No sos ningún delincuente ni tus intenciones son malas pero puede que algunas de tus prácticas colaboren con promover violencia y quizás el pecado  es ser permeable al veneno.  O lisa y llanamente sos parte de la minoría violenta, probablemente excluido de uno o varios sistemas, que encuentra en el fútbol un poder y un lugar para ser.

Mayoría de respuestas B: Perfil similar al anterior pero con mayor tiempo destinado a cuestionar las actitudes de la cultura dominante. Este perfil no priva de actuar completamente de la croqueta con ademanes o gritos.

Mayoría de respuestas C: Sos un hincha que disfruta del fútbol y de seguir a tu equipo, en la mayoría de los casos desde la televisión o la radio. Probablemente una derrota de tu equipo no cambie tu estado emocional más allá de 10 minutos de terminado un partido. Está bueno gozar de esa madurez emocional. Como contracara, es probable que las alegrías no las vivas con tanta euforia e intensidad.

Mayoría de respuestas D: Las horas dedicadas al fútbol evidencian que te gusta consumirlo y tenés sentimientos hacia tu equipo. Sos algo sedentario para expresar la pasión, y seguramente haya otras actividades a las que le dedicás mucho más energía; por ejemplo: cortar el pasto, cambiar los enchufes de tu casa, hacer un asado o elegir paltas.




El cine y su contexto - "Me tiré un caca-pedo, nos tenemos que ir", Sandy Lyle (Mi novia Polly)

Sandy Lyle es uno de los personajes más queribles del finado Philip Seymour Hoffman. En Mi novia Polly, Sandy es un actor frustrado aunque p...