Esa es la cara de ilusión de Lúa. Con esa cara, todos los días, se ilusiona con un bocado. Un pedazo de queso, de manzana, un gajo de mandarina, media banana; no discrimina. En cada proyecto comestible en el que me embarco, ella pretende subirse, me pone esa cara y se ilusiona. Cree. Son muchas las veces que no consigue el resultado que espera. Pero sigue creyendo. Hay perseverancia y constancia aunque también le he dado razones (bocados) para creer. Tener una ilusión y creer en algo resulta un nafta existencial muy valiosa.
Para muchos hoy empieza otra ilusión: jugar 4 mundiales consecutivos. Hace más de 10 años que esta selección nos da bocados que renuevan la ilusión. Y hacen que vivamos cada partido y torneo con una esperanza genuina. Nos hacen creer. La magia de este Uruguay es que su compromiso con la causa genera un motor sustentable de motivaciones para enfrentar los inevitables estados de ánimo que dependen de resultados circunstanciales. Porque siempre se pierde más de lo que se gana. No siempre llega el bocado. Y la ilusión no garantizará resultados porque eso puede depender hasta del plano del replay que eligen los jueces del VAR para corroborar un offside, pero jugar y competir creyendo es un privilegio. No sé si iremos a Qatar, pero yo, en las caras de la segunda foto sigo creyendo. Y con la cara de Lúa miro todos los partidos.
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