jueves, 16 de abril de 2020

Miniseries del Covid

Si bien respeto el aislamiento y no tengo argumentos para desconfiar de su poder preventivo, hay días que la cuarentena parece más una conducta amuleto, una rutina sedentaria, más que un confinamiento efectivo para evitar contagio. 


1) Voy al almacén habiendo ya tocado el botón para llamar al ascensor, el botón de planta baja, el botón que abre la puerta del edificio, el borde de la puerta, la bolsa de leche que quiero llevar, un paquete de Royal y en un momento me viene una picazón de ojo de las que no se puede ignorar. Y tampoco puedo rascarme con el antebrazo; es una picazón que exige fricción con uno o varios dedos. No pude aguantar y me rasqué. Y lo vi todo con ente. Muerte inminente poco decente. Velorio sin gente. Me anuncian como el primer fallecido sin enfermedades preexistentes. 
2) ¿Se puede desinfectar todo implemento que uno trae del exterior? Hace unos días me vi lavando una bolsa de queso rallado y un paquete de galletitas María. Hoy compré stickers sueltos de edulocorante y el almacenero me los tocó uno por uno como el que te cuenta los sobres de figuritas. Es lo que hay que hacer. ¿Pero cómo lavo esos sobrecitos de papel? ¿Me pongo guantes y abro todos con tijera para luego verter el contenido de cada uno en un bollón? Parece una consigna de Art Atack. Y ahora te toca a ti.

3) Al menos una vez al día saco al perro para hacer sus necesidades. Al menos una vez cada 72 horas días voy a comprar comida. Al menos una vez en este mes de aislamiento bajé a recibir un pedido. Todas esas salidas fueron en dos ascensores que conectan 120 apartamentos. A un promedio bajo de 2 personas por vivienda, hace un mes que comparto espacios minúsculos con 240 personas. No sé cuántos estornudos y tosidos existieron en esos espacios. Sí sé que la mayoría de mis vecinos no usan tapaboca. Enhorabuena a todos los que llenaron 3 carros del Macro aquel viernes 13. Era por ahí.

mujer con carro muy lleno en supermercado


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