Como todo año electoral, el 2019 fue muy fértil para germinar el fanatismo y todos los daños colaterales asociados a esa perversión de las ideologías o formas de ver la vida. Y como todo año, se cierra con reuniones familiares, espacios fecundos para colisiones ideológicas. ¡Pero atención! Porque no es negocio luchar contra algo que es más fuerte que nosotros. Hay un aspecto de la condición humana, científicamente comprobado, que resulta autocomplaciente para liberarnos de culpas y resentimientos y permitirnos pensar en noches de paz. ¿Cuál? El cerebro nos impide considerar argumentos que nos contradicen. Se trata de una deficiencia de la evolución humana que ni siquiera está claro cómo resolver. "Cuando las personas no están de acuerdo, sus cerebros no logran registrar la fuerza de la opinión de la otra persona, lo que les da menos razones para cambiar de opinión", concluye un estudio neurocientífico que cita esta nota que comparto. ¿Por qué hemos desarrollado un cerebro que descarta información perfectamente válida cuando esa información no se ajusta a su visión del mundo?, se pregunta la neurocientífica Tali Sharot en el libro La mente influyente. Y pese a ser un fenómeno estudiado y comprobado, la ciencia aún no conoce el mecanismo neurológico que hace que el desacuerdo sea suficiente para rechazar incluso los argumentos más elaborados del otro lado.
Cuentos cortos, cartas anónimas, manuales, listados, frases célebres, tests, editoriales durísimas, y cientos de palabras.
lunes, 23 de diciembre de 2019
Sigamos jugando - Elecciones Nacionales 2019 en Uruguay
Entonces, ante la inminente llegada de Navidad y Año Nuevo, aceptemos que no somos una especie tan avanzada y que ni siquiera la ciencia ha podido explicar por qué a fuerza de polarización podemos llegar a mantener creencias falsas.
Probemos ser funcionales. Hagámonos los boludos. Sigamos jugando, que la felicidad nos necesita estúpidos.
jueves, 12 de septiembre de 2019
Las "fake news", nuestros prejuicios y la democracia
Hoy la desinformación es un enemigo. Y seguramente afecte a la capacidad crítica y a la democracia. ¿Pero dónde está el enemigo? ¿Facebook, WhatsApp y Twitter nos engañan? ¿Las fake news pueden llegar a manipular a una masa de desprevenidos? ¿O siempre construimos mentiras y ahora las redes las distribuyen?
El politólogo argentino Mario Riorda estuvo en Uruguay y vino a desmitificar los "riesgos exagerados" de la desinformación digital para la salud democrática. De hecho señala que existe un arma más poderosa y antidemocrática que las "fake news": nuestro filtro ideológico. "Nadie nos engaña. No importa si es verdad o mentira: si mi tribu me lo celebra, me importa un carajo la democracia". Riorda habla de tribalización, por tribus.
La mayoría de nosotros cree en la democracia pero es muy difícil aceptar (o ver) que el prejuicio es el punto más extremo de nuestras creencias. Si no fuera así, nuestros discursos online (y off line) tendrían otro tipo de chequeo. Generalmente tienen el aplauso de mi tribu. Esa es su nafta.
Según Riorda, hoy en las redes existen tribus marcadamente prejuiciosos y con poca tendencia al diálogo por fuera de mi tribu. En la lógica digital hay monólogos digitales; no hay un "otro". El otro existe en cuanto pueda minimizarlo, negarlo o humillarlo.
Y tiene sentido entonces que todo sea tan polarizado en este espacio. Los discursos con lógicas "fake" y las verdades a medias siempre existieron: de parte de la opinión pública y de propios actores políticos. Y más en campaña. Pero más allá del voto que pongamos en octubre y noviembre, me resulta interesante el ejercicio de aceptar que no hay nada más inquebrantable que nuestros prejuicios, porque nuestro filtro ideológico es el elemento más difícil de ponerle razón. Y gracias a estas palanganas virtuales, nunca en la historia de la humanidad fue tan fácil exteriorizar nuestros prejuicios. Quizás así podamos enfrentar la desinformación con más honestidad. Y quién te dice, ser menos antidemocráticos.
Entrevista a Riorda en No toquen Nada (Del Sol FM)
https://bit.ly/2kcLIjG

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