viernes, 23 de agosto de 2013

Bacilondres

¿Qué tienen en común el Bacilón y un Salón de Té? La respuesta nos lleva directamente a un personaje, la excusa y razón de ser de este texto. Pero antes de presentarlo, creo necesario algunas descripciones.

Bacilón

El Bacilón es un boliche pequeño, de cortas distancias, algo oscuro, casi borroso diríamos, que carga con el estigma de que allí la gente hace festivales de cocaína en sus narices. (Un estigma algo injusto porque ese tipo de espectáculos nasales se ven también en muchos otros pubs y boliches). No es un lugar estrcitamente de levante, aunque se han visto imágenes de sexo explícito con ropa. En el baño de hombres son habituales las grandes concentraciones y hay 2 tipos de público: el que se mete cosas y el que se saca cosas; hablamos de mocos, pichí, cocaína, dedos, gases que sobran, y quién te dice una caca. En el caso de las mujeres, una fuente me contó desinteresadamente que en el baño se orina afuera de los WC, metiendo arrodilladita y con cara de nada ante la mirada de otras mujeres.

Las columnas del boliche tienen velcro y siempre hay personas con buzos de lana durmiendo siestas apoyadas en alguna de ellas. Es frecuentado por personajes de la cultura y "los medios". Y no alcanza con un baño tenaz al otro día para borrarse por completo el sellito que el portero te pone al entrar.

Un salón de té (living comedor o emprendimiento gastronómico)

Lugar acogedor, de ritmo lento, tranquilo, ideal para lo ceremonioso y cuidado que resulta tomar el té. Una actividad generalmente identificada con señoras de más de 65 años, con al menos 7 horas libres al día. Señoras prolijas, cuidadosas con su aspecto personal y el del lugar. Así, nunca faltan 8 variedades de bocados en la mesa, un mantel geométricamente colocado, ninguna señora se sirve más de un té con el mismo saquito, ninguna de las amigas que confirmaron asistencia falta porque si no la destrozan en la charla, y tienen un respeto matemático para reposar el té determinados minutos antes de tomarlo: unas fascistas del orden y los detalles.

El Bacilón y un salón de té parecen lugares irreconciliables. Sus actores, su hora de funcionamiento, sus consumos y la decoración, pero tienen un punto de contacto: ese estereotipo de señora que toma el té, representadas por el encargado de Ropería del Bacilón. Un tipo que lo ves y parece que siempre tiene la tetera pronta. Que hace 2 horas se tomó un té con sus amigos/a y ya está planificando el próximo.
Un tipo adorable, educado, de una prolijidad meticulosa para tomarte el abrigo y colocarlo en la percha. Es casi artística la manera en que este señor tiene ordenaditas todos las camperas y abrigos. Siempre con un pañuelo distinto adornando su cuello. No es rápido, claro, pero sí muy atento a todos los detalles.   

Y nuestro inconsciente piensa que el tipo vive ahí. Y que cuando el boliche está cerrado, en el medio de la pista hay una mesa barroca repleta de bocados y una tetera. Y él siendo un anfitrión de lujo. Como cuando somos chicos y asumimos que muchas personas viven en el lugar donde uno se vincula con ellas. Por ejemplo yo cuando era chico pensaba que los vendedores del Shopping vivían adentro de los locales. Lo mismo podría pensar un niño de las psicomotricistas: "viven adentro del Jardín: esos colchones donde duermen encima sirven para jugar con nosotros". Y hay muchos más: los feriantes que viven adentro de los carros ambulantes de quesos o pescado, los jugadores de fútbol en el estadio, y Papá Noel en el Shopping.

Yo ya no soy un niño, pero me gusta imaginar que el Señor de la Ropería vive en el boliche. Y que le caen invitados a tomar el té.


 En las fotos que ilustran este post vemos cómo se ve el señor de la Ropería a las 5 AM en el Bacilón, una toma de su nuca donde se destaca el pañuelo de ocasión, y la coreográfica colocación de los abrigos. (Hay un par que están movidas porque me moví mientras las sacaba)



Aprovecho a hacer un reclamo: o tuve mala suerte cuando fui o hace tiempo no pasan este cover en el Bacilón. No felicito a los responsables. Y que se atajen

martes, 13 de agosto de 2013

Menos cómplices y más hinchas

Hoy encuentro venenosa la omnipotencia de la tecnología y las redes sociales. Son usinas del fanatismo irracional y el fundamentalismo; ideales para consumir y reproducir violencia y odio.

La violencia siempre va a existir. Pero la rosca que existe hoy con el fútbol y el básquetbol no existía hace 15, ni 10, ni 5 años en Uruguay. Hoy, especialmente Facebook, resulta un lugar ideal para consumir y reproducir desde el fanatismo, una violencia implícita, cómplice y legitimadora de la violencia explícita. Allí una mayoría reproduce prácticas y mensajes violentos de una minoría que es legitimada. El crecimiento de las redes es explosivo y funcional a esa legitimación.

Fotos de perfil con gallinas gigantes, declaraciones de amor eterno e incondicional a un equipo, dedicatorias de muertos, o festejos por participar de una gresca. A eso se suma un inventario de canciones de barra (minoría) cantadas por una mayoría, con insultos a los que les reconozco una perversa creatividad.

Seleccioné algunos comentarios públicos elegidos al azar en Facebook y un fragmento de una canción que cantan hinchas de Nacional y Peñarol (porque para odiar y denigrar sí tiran para el mismo lado):

En FB: "Cagaso tenias en la cancha de danubio jajajajajja q rica ese tiroteo"

"ESTO ES NACIONAL LOCO!!!!!.... Copando en todos lados"

Canción:

"Allá en la Villa del Cerro son todos unos mugrientos, que cagan en la vereda y se limpian con los dedos, cuando salen con los carros yo a la mujer me la cojo y se van de vacaciones al arroyo pantanoso.Hay que matarlos a todos, mamá, que no quede ni un Villero, hay que matarlos a todos mamá, que no quede ni un Villero".

Hace poco, en el programa 13a0 de radio El Espectador, el periodista Santiago Díaz hacía un diagnóstico parecido de esta realidad y centraba su preocupación en "el lugar que ocupa el fútbol en nuestras vidas".

Es elocuente que la rosca alimentada a través de la tecnología crea un escenario  donde el fútbol es de vida o muerte: los gritos y actitudes durante los partidos de muchísimos hinchas son coherentes con esa filosofía.

Es verdad que en la pasión hay un génesis fundamentalista. Porque si a alguien le gusta el fútbol y es hincha de un equipo, es muy probable que esa pasión sea la única que no cambie hasta que se muera. Bien lo resume el personaje de Francella en El Secreto de sus Ojos: "El tipo puede cambiar de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: de pasión".

Lo grave es que hoy la violencia es el motor de la pasión. Y las redes, de gran explosión, un vehículo de potencia radiactiva. Los violentos tiran la premisa que recogen muchos: cuanto más odio y violencia promovida, mayor es el amor a mi cuadro.

Las campañas de previa a los clásicos que muestran a hinchas de Nacional y Peñarol abrazados tienen buenas intenciones pero son tan básicas como poco efectivas. Todos los días hinchas de Nacional y Peñarol se abrazan y la violencia no frena, sigue creciendo.

Es violencia no "violencia en el deporte"

El odio social excede al fútbol. Basta leer comentarios en los portales sobre las noticias más sensibles y preocupantes para comprobarlo.

Selecciono dos comentarios de El País Digital sobre el tiroteo que hubo este lunes 12 en Av. Italia cerca del Clínicas:

"Rifle sanitario con estos lacras".

"Balazo en la nuca a los 3 pichis malandros. Tirenlos en un contenedor de basura! Haga patria, mate a un pichi delincuente y plante un arbol! "

Un procentaje casi nulo de personas que comenta de esa manera es capaz de matar a todos los delincuentes que existen. Pero la reproducción de ese tipo de mensajes, en un mundo virtual omnipresente, reproduce masivamente más exclusión, más odio y más resentimiento.

Somos un país bien chiquito y da la sensación que nos estamos matando entre nosotros. La violencia explícita va a seguir creciendo si no frenamos el odio. Y el fútbol va a ser cada vez más violento si hay menos hinchas que cómplices.

Con la foto sobrepasé mi límite de lugares comunes dulcificadores. Para equilibrar comparto un tema políticamente incorrecto pero muy romántico: PLAY




El cine y su contexto - "Me tiré un caca-pedo, nos tenemos que ir", Sandy Lyle (Mi novia Polly)

Sandy Lyle es uno de los personajes más queribles del finado Philip Seymour Hoffman. En Mi novia Polly, Sandy es un actor frustrado aunque p...