miércoles, 29 de abril de 2015

Cuando Trouville está en Malvín

El crecimiento meteórico e inesperado del Club Malvín, hasta convertirse en una institución modelo y multiganadora, me ha generado una catarata de sensaciones: al inicio negadoras, pero siempre confusas y mal direccionadas sobre cómo procesar algunos resultados. No obstante, ser la víctima más visible e inmediata de su reciente título, se transformó en una prueba para poder enfrentar el dolor de perder estas finales con algo más de libertad. Porque el deporte es un lugar donde me duele perder, porque soy un hincha contradictorio de básquetbol sin elegirlo, y porque cuando esas contradicciones se cruzan en una final, el dolor por la pérdida es demasiado explícito y contundente (5 partidos en 10 días) como para no querer explicarse de dónde viene; para poder sufrir la derrota en paz.

La victoria es ajena pero en el living de mi casa

A diferencia del fútbol, el básquetbol en Uruguay tiene una identificación muy grande con los barrios. Mientras que en fútbol se acostumbra ir a 18 de julio para festejar un título, en básquetbol el festejo sigue siendo íntimo, en el propio club y es el barrio del club el que se duerme tarde. Seguir a tu equipo en la Liga Uruguaya significa pasearte por varias zonas de la capital; en fútbol ser hincha de un grande te garantiza apenas ir hasta el Prado o Punta Carretas, y resulta tan excepcional que se transforma en el paseo del mes. La televisión masificó al básquetbol (Gracias Paco) pero a nadie todavía se le antoja raro tener que comprar una entrada para una final en la sede del club.

Me ha tocado ser uno de esos hinchas poco convencionales de básquetbol. O contradictorios. Me tocó porque nadie elige dónde nacer, ni de qué cuadro es. Nací en Malvín y cualquier capítulo de mi existencia tiene escenografías de Malvín de fondo. Pero soy de Trouville por transferencia de padre.

¿Dónde empiezan las contradiciones? Así como Malvín es "La playa", y Biguá el "Pato de Villa Biarritz", "Pocitos es Trouville". Pues bien, todo lo que me moviliza ver la camiseta de Trouville en una cancha, es inversamente proporcional a lo que me genera en emociones las calles de Pocitos. Conozco al dedillo muchas esquinas de Pocitos; especialmente las que tienen paradas del 104 y el 427, que me llevan a mi casa hace 20 años. En deporte, cuando Malvín es rival, deja de ser mi escenografía. Con eso pude convivir hasta que Malvín empezó a ganar. Con sus logros, la victoria es ajena pero "en mi casa". Las caras conocidas y las banderas con lugares familiares del barrio pero en la tribuna de enfrente, dormirme con la caravana que pasa por la puerta de mi casa, y otros etcéteras.

Es la misma historia de siempre: si la derrota duele, duele más si la tenemos cerca. ¿Por qué duele más un gol de Messi que uno de Neymar? Porque mi tele tiene Fox y no la Globo. De esa manera, si consumiéramos tanto a Brasil como consumimos de Argentina, equilibraríamos nuestra cuota de odio entre los norteños y los hermanos del Plata. Convengamos que el colorado Liberman le inspira desprecio a su madre, pero ¿ a qué periodista deportivo brasilero conocemos?

Si le tuviera que poner un lugar común a todo esto sería: "no hay mal que por bien no venga". Y entendemos por "MAL" a los triunfos de Malvín, y por "BIEN" a que mi equipo se haya cruzado en su camino para su cuarta estrella. Porque me tocó el palazo deportivo que nunca quise ver, y me abre el camino para pensar que este equipazo de Trouville perdió contra el mejor y no contra Malvín.





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