lunes, 14 de julio de 2014

Alemania campeón, tranquilos nosotros

El fútbol, que podrá tener un poder único para unificar a un pueblo, sigue siendo un juego. No obstante, el Mundial nos demostró que tiene connotaciones políticas, sociales, raciales, o patrióticas, y todo, como siempre en la era digital, potenciado con la amplificación nuclear de la tecnología y las redes.

Desde la semifinal, se instauró un debate sobre por quién hinchar y por qué razones. Identificación social o cultural, latinoamericanismo, simpatía u odio Kirchnerista y otras razones más primitivas que implícita o explícitamente incluían hasta el nazismo. Así de cuadrado puede llegar a ser un argumento, que muchas veces, es cierto, se esconde atrás del humor, pero que tiene el mismo poder venenoso para irradiar odio y resentimiento. "Qué cara de Nazi tiene ese". Bueno, tendrá cara de alemán. Y a lo que los alemanes siguen naciendo con los mismos rasgos físicos, nos podemos asegurar ese comentario supuestamente inofensivo por toda la eternidad. Qué se yo, a mi esos comentarios, por más "chiste" que sean, me siguen pareciendo tan cuadrados y primitivos como promotores de odio, generalmente de forma inconsciente. ¿No le dolerá a un alemán que lo etiqueten permanentemente con una atrocidad? ¿No les dolerá lo suficiente nacer con la culpa de un genocidio como para que se los identifique eternamente con eso? Y todo esto viendo un partido de fútbol.

Pero sigue siendo fútbol. Pura competencia. Veo la tablita de Mundiales y Argentina tiene 2 igual que yo, así que compito con eso. Que cuando vaya a Buenos Aires me sienta como en la esquina de mi casa a mí no me alcanza para querer que ganen. Por la misma razón que al vivir en Malvín (y ser hincha de Trouville) me resulta una carga que Malvín o Unión Atlética salgan campeones y enterarme de sus festejos. Puedo aceptar que ganen pero no tengo por qué masticar su disfrute; sirve aceptar una derrota o que alguien es mejor para aprender, pero lo otro es masoquismo. Sí, para mí fue un alivio que no salieran campeones porque me gusta competir con ellos (aunque nos ignoren). Sin embargo, verlos jugar este Mundial con el compromiso colectivo como su mejor arma, me dio alegría, me hizo pensar que nosotros también podemos estar ahí; de hecho hace 4 años estuvimos a un partido. No hay que ser muy estudioso para notar que lo que Sabella le dio a Argentina es la marca registrada del proceso Tabárez, lo mismo que le faltó a ellos en todas las selecciones de estrellas que tuvieron siempre: adhesión a una causa común basada en un compromiso colectivo que hace a Mascherano más héroe que Messi, que compitan con humildad, y declaren con honestidad que se mueren por dar una alegría a su pueblo con el fútbol.

Pese a lo parejo del partido (incluso Argentina tuvo chances más claras) el merecimiento de Alemania ganó por afano. Es el mejor equipo: a los recursos y capacidad que tienen le suman una superación de manual. Son un ejemplo de superación. Mientras un argentino o un uruguayo llega a semifinales pensando "andá a saber cuándo volveremos a jugar esta instancia", los alemanes hace 12 años (4 mundiales) que no bajan del tercer puesto. Llegan, pierden, se superan, mejoran y siempre creen que pueden más. Pese a nuestras limitaciones, en los últimos 8 años Uruguay hizo 2 muy buenos mundiales. Si seguimos así vamos a volver, y mejores, para seguir creyendo que se puede estar en la elite mundial. ¡Vamos que vamos!


miércoles, 9 de julio de 2014

Chau, Maracanazo - Brasil 1 - 7 Alemania

Cuántas cosas puede dejar una paliza histórica como la de ayer. La más notoria quizás es cómo puede afectar a un jugador de fútbol la presión, y qué dañina es cuando esa presión carga la ilusión de mucha gente, o incluso de un Gobierno. Bastaba ver declarar a Julio César ayer para desterrar por siempre el mito de que la vida de los futbolistas es una papa, con billetes, casas, viajes y autos; el tipo lloraba por irse a la casa a abrazar a su familia. La mochila que tenía Brasil en su Mundial le hizo perder uno de sus rasgos más distintivos e identitarios: Brasil nunca disfrutó su fiesta, padeció el Mundial, apenas si tuvo alegrías efímeras pero que nunca le sacaron esa mochila para dejarlo hacer lo que tanto le gusta.

Si a todo eso le sumás jugar frente a Alemania sin tu estrella y sin tu capitán, que es uno de los mejores defensores del mundo, el resultado de ayer no resulta predecible pero sí entendible.
Alemania es un equipazo, sí, que a la disciplina y el orden de siempre le viene sumando un juego colectivo con pelota muy vistoso. Sin embargo, la semifinal de ayer dejó de ser un partido de fútbol después del primer gol alemán. Desde el gol de Muller se pareció más a un abuso (que haría cualquier equipo profesional si pudiera) de unos mayores jugando al fútbol contra niños. Alemania con su mejor poderío físico y futbolístico, frente a Brasil con un estado mental destruido. Eso hizo que los restantes fueran goles de un partido de fútbol 5. 

Ayer, por fin se les terminó la tortura a esos jugadores. ¿Pero a qué precio? El de cargarse otro Maracanazo. El Maracanazo es una marca del fútbol, siempre está ahí. Se usa en todo el mundo del fútbol para nombrar cualquier derrota rutilante de un local. Cuanto más sorpresiva, más "Maracanazo". Otro Mundial en Brasil, con el local eliminado de esta manera en semis, es la secuela de 1950. De aquel en Maracaná, Brasil sacó mucho provecho. El fútbol brasilero le tiene que agradecer casi todo a los 11 brasileros, especialmente al golero Barboza, que se cargó la cruz del Maracanazo. Porque Brasil en ese momento era uno más en el fútbol, pero aprendió de esa derrota, se superó, y se convirtió en el máximo ganador de la historia con 5 Mundiales. Un ejemplo de cómo aprender de la peor derrota. Diferente fue lo de Uruguay, que vivió pegado a esa historia con la falsa ilusión de que con sólo invocarla, la traería de nuevo. Cuánto más fácil es recordar un título, que trabajar para volver a posicionarse a nivel mundial. Por suerte, no siempre nuestras selecciones se contaminaron de esa identidad de la que nos cuesta tanto desprendernos. La forma de festejar el 4to puesto en Sudáfrica fue un buen ejemplo que Tabárez cambió por un rato esa cabeza.A ver si este nuevo Maracanazo nos sirve para soltar esa leyenda de una buena vez.

Y no era necesario, pero a ver si sirve también para no envenenarse con odio tan fácilmente de las teorías conspirativas; porque quedó claro que la necedad de pensar que FIFA arregló el Mundial para Brasil (o para cualquier otro) es veneno, rico, placentero, pero veneno muy mentiroso que nubla la vista para analizar algo con sentido común. Y a ver cómo reacciona Brasil ante un nuevo Maracanazo. Si le aseguran que de aquí a 50 años, ganará 5 mundiales más, ¿quién no firmaría?


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