Hace 2 semanas fui a una conferencia donde Roberto Musso le habló a jóvenes con inquietudes de emprender y a público en general. A través de una anécdota que resumía el proceso creativo de una canción, mostró una idea que vale la pena difundir: que las ganas sirven como fin en sí mismas y no para llegar a un resultado. Las ganas de hacer o querer cosas deben ser el motor permanente, y construyen un camino (con muchos riesgos y algunos fracasos) durante el cual recibimos premios mucho más valorables que una meta final supuestamente exitosa. Porque el camino nos curte, da más herramientas para tomar mejores decisiones, nos educa; eso significa tratar de ir en contra de la necesidad de éxito inmediato, que sólo nos enferma de ansiedad. "Y ahora que lo conseguí... ¿qué?" A esa pregunta es a la que hay que tenerle miedo. A quedarnos sin ganas.
Son 19 minutos muy valorables, y uno menos que 20 minutos de silencio; espero los disfruten tanto como yo.