miércoles, 16 de mayo de 2012

La tele que te parió

El asesinato en La Pasiva es una foto más de la violencia que sufrimos, consumimos y reproducimos en un contexto de desigualdad y división social que tiene décadas. Su repetición obsesiva en televisión naturaliza la violencia y legitima para los excluidos una carrera por el consumo y el reconocimiento social; da igual si es cantando o matando a mansalva a un pobre tipo.

La televisión impone una sociedad de consumo.  Si tenés plata podés comprar lo que la tele vende y así existís para la sociedad.  Para un excluido social su vida no tiene valor y mucho menos la de los demás; con esa realidad, da igual que haya un policía por habitante o que "se vayan todos": esa persona va a delinquir porque es el único medio que conoce para comprar, tener y de esa manera integrar la sociedad de consumo. Delinquir también es el único “casting” al que puede acceder para ser famoso. Para ser una oferta más de la tele. En esa lógica, el negocio de los medios masivos necesita de la transmisión y repetición de la violencia en cualquier espacio posible. Que nadie se quede sin conocer la nueva oferta.

Es que el morbo es inherente al ser humano. La muerte vende y es negocio ofrecerla. Los informativos generan un consumo de la muerte y de la violencia. Así, cuanto mayor es la violencia y el morbo de un delito, mayor es su reproducción. Este martes se publicó un estudio de la consultora FOCO Auditoría Multimedia que informa que en 2 días 5 canales de televisión emitieron, en total, 48 veces el video de las cámaras de seguridad de La Pasiva de 8 de Octubre y Albo. Una vez por hora. A eso se le suman las réplicas en las webs y redes sociales.

Lo terrible del asesinato generó indignación, asombro, miedo, incredulidad, y más. Es normal que suceda ante ese y cualquier crimen o delito.  Lo que no debería ser normal es mirar una ejecución salvaje mientras ponemos la mesa para comer, escribimos un sms, revolvemos el café, o antes de dormirnos.

Se reprodujo en los titulares de portada, para ilustrar algunas voces políticas o sociales sobre la noticia, y repetidamente una y otra vez, en las crónicas sobre el hecho en todas las ediciones.

¿Cómo no naturalizar la violencia si convivimos con un bombardeo casi imposible de esquivar? Más allá de la indignación, la repetición enfermiza de la violencia extrema la acomoda en nuestra vida cotidiana.

Los medios que actúan de esa manera no son responsables de la violencia, que es consecuencia de un largo y progresivo deterioro social. De eso debemos hacernos cargo todos. Si una sociedad tiene excluidos, todos los que vivimos en ella tenemos responsabilidad. Pero esos medios sí son responsables de naturalizar la violencia y hacer de ella un valor incalculable para ser alguien en la sociedad.

Al asesino no le importó la vida del pizzero ni tampoco la pena que puedan aplicarle. Con la plata del robo fue a un Shopping a “comprar ropa deportiva y otras cosas”, según declaró. Por un rato fue uno más en la sociedad de consumo y le alcanzó. Así, otros excluidos deben asegurarse dos herramientas también funcionales al negocio de los medios masivos: la brutalidad de sus delitos y la existencia de cámaras de seguridad.


Preciosa canción 

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