viernes, 16 de mayo de 2008

Perfil de Pablo Ferré, crítico de cine.


Cuando lo escucho hablar, la mayoría de veces, Pablo Ferré resulta un sarcástico desmedido. Con un discurso muy crítico en el sentido más literal de la palabra, ese flaco escuálido y de lentes, que camina siempre cabizbajo, es cinéfilo y se considera un intelectual de pies a cabeza.
Genera risas espontáneas por el uso y abuso de ironías y metáforas, y además, muestra una visión casi apocalíptica de la crítica de cine en Ur
uguay y a veces hasta del propio cine uruguayo. Pero si se comprende la relación que Ferré tiene con el cine, puede captarse hacia dónde va su discurso. No es difícil desnudar la pasión que siente por las películas. Su expresión y manera de hablar sobre cine es demasiado elocuente. Desde una butaca o un sillón, Ferré siente la necesidad de recorrer la película y establecer una comunicación con ella: “para poder ver una película tengo que atravesarla con un sacacorcho” dice Ferré con una de sus metáforas, convencido de que es exactamente eso lo que hace cuando mira una película. Ese convencimiento es el mayor sostén de su discurso. Porque él entiende a la crítica y al cine como un lugar donde vivir, por encima de su oficio de crítico o “periodista cultural”. Es un discurso tan intelectual y ordenado que quien lo escucha entra en su “juego”. Nos convence de que su necesidad vital es comunicarse con las películas y no ser un crítico. Por eso su sarcasmo no es soberbia ni pedantería. Todo lo contrario, es honestidad intelectual para satisfacer esa necesidad.
El discurso de Ferré genera constantemente razonamientos lógicos. No es incorrecto pensar que cada vez que escribe, se plantea una obligación con la película antes que con el lector. Pensarlo tampoco es ir contra el manual de las normas éticas del periodismo donde dice que el periodista siempre se debe al público en primer lugar. Al contrario. No sería ético que el crítico escriba para los consumidores. De qué sirve comentar o recomendar una película si no estuve adentro de ella para entenderla. Es por eso que a Ferré le importa la comunicación: para entender. Al mismo tiempo, Ferré expresa una negación a aceptar el target. Dice sentirse ecuánime a la hora de escribir aunque corra el riesgo de perder lectores. Eso no es sino una reivindicación de su honestidad intelectual. Igualmente, ninguna de sus afirmaciones serían tan firmes y contundentes si no fuera consecuente con lo que escribe. No es casual que para Ferré una película informe más y permita entender mejor al mundo que la televisión. Porque el cine es su lugar donde vivir la realidad y entenderla. En una columna que abrió las páginas de Cultura del Semanario “Brecha”, el 20 de enero de 2006, Ferré habla sobre el espectáculo montado por Berlusconi en la televisión italiana; lo llama la “operación Berlusconi”. Un mundo de imágenes que legitima el aparato político y entiende a la sociedad como “una gigantesca cartera de clientes”. En ese texto explica y argumenta que ese fenómeno ya había sido presagiado por el cine. Con algunos ejemplos (Fellini, Belocchio) sostiene su premisa: el cine (ficción) refleja la realidad (real) Cada palabra y cada texto de Pablo Ferré dejan algo. Más importante que el juicio de valor que podamos hacer de su discurso, su aporte personal, la asociación de ideas, su honestidad y el contexto político en todas sus creaciones lo convierten en crítico. Algo que no parece tan fácil.

Este texto lo escribí el 15 de febrero de 2006 para un Taller de Periodismo Cultural en la Universidad ORT, del docente Álvaro Buela.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ex-crítico de Brecha. En el mes de marzo se publicó su desvinculación del semanario que prefiere críticos del montón, como los que tiene amontonados en una de las peores páginas de cine del país. (Después de La diaria, claro)

Nacho Pintos dijo...

Gracias por la corrección emma.

Anónimo dijo...

Desde este mes, agosto, Pablo Ferré podrá ser leído en el País Cultural. Según comentan fuentes muy confiables, de manera regular o todo lo regular que El Cultural lo permite.
Saludos
Emma

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