Cuentos cortos, cartas anónimas, manuales, listados, frases célebres, tests, editoriales durísimas, y cientos de palabras.
jueves, 23 de octubre de 2008
La tragedia del Liceo 13
El día que cambió la vida de Fiorella
Era el lunes 12 de abril de 2004 y la vuelta a clases después de la semana de turismo. Cerca de las nueve y media de la mañana sonó el timbre y empezó el primer recreo en el liceo 13 del Hipódromo. Los alumnos de primer año, que tienen clase en el segundo piso, bajaron a la cantina. Todos menos Marcos Chiappa y algunas compañeras que se quedaron para terminar un dibujo. Mientras las jóvenes dibujaban Marcos "jugaba" en el salón con un arma que según creían todos sus compañeros era de juguete.
Como un juego Marcos amenazó a una de sus compañeras y le puso el arma en la sien pero todo siguió de la misma manera porque el arma era de juguete y Marcos estaba "jugando". Cuando sonó el timbre del recreo algunos alumnos empezaron a subir al salón aunque todavía no había llegado al profesora. Marcos amenazó con el arma dos veces más a dos alumnas que habían entrado a clase. A una le colocó el arma en la nuca y a la otra de nuevo en la sien. La última se enojó y le tiró el arma al piso.
No era la primera vez que Marcos llevaba el arma al liceo. La estaba llevando desde la semana anterior a las vacaciones. El arma se la había dado un hermano, que es guardia Granadero, cuando Marcos le contó que había una pandilla que lo seguía, que lo molestaban porque tenía un hermano policía. En realidad son tres los hermanos que ejercen la actividad policial: Freddy, el dueño del arma, Juan que es Coracero y Valeria que trabaja en la Policía Turística. Además, el padre de Marcos es policía retirado.
Según algunos alumnos del liceo 13 hay bandas que generan problemas pero no son alumnos del liceo; son del entorno. Al liceo 13 van jóvenes de Maroñas, Piedras Blancas, Manga y la zona de Camino Mendoza. El liceo está ubicado en la barriada de Ituzaingó y es una zona de gente de clase media-baja y baja. Hay construcciones viejas, muchos comercios cerrados y las veredas y calles rotas. A dos cuadras está el renovado Hipódromo de Maroñas y más cerca aun, las viviendas precarias de Carreras Nacionales y Dámaso Antonio Larrañaga. En los alrededores del liceo se pueden ver bandas de jóvenes en moto que no son alumnos del liceo.
Según los testimonios de sus familiares Marcos sufría "apretadas" de una barra de jóvenes. Algunos eran estudiantes del liceo 13 y otros ajenos a la institución. En una de las agresiones le pegaron y le pusieron una navaja sobre el cuello: "Esto te pasa por ser hermano de un botón", le dijeron. Marcos tenía miedo y después declaró al juez de Menores, Alejandro Guido, que llevaba el arma para impresionar a sus compañeros y por eso los amenazaba. El viernes antes de empezar las vacaciones amenzazó a otra compañera: "Arriba las manos Fiorella, soy la Policía" fue lo que le dijo Marcos a Fiorella Buzeta, otra compañera de clase.
Cuando llegó a su casa Fiorella le contó a su madre que un compañero la había amenazado con un arma pero antes de que la madre empezara a preocuparse, Fiorella le dijo que era un arma de juguete. "Es como el encendedor que tiene el tío, mamá, que es una pistola de juguete", le explicó. La madre de Fiorella, Mariela Carminatti, recuerda que no le dio importancia necesaria a la amenaza, justamente porque Fiorella le aclaró que el arma era de juguete. "Cuando ella vino a decirme eso, en un primer momento me puse como loca. No podía creer que un chiquilín de 12 años anduviera con un arma pero Fiorella me dijo que todos sus compañeros ya sabían que era de juguete y que ya hacía un tiempo que la llevaba al liceo; por eso le resté importancia", explica Mariela.
El lunes 12 cuando terminó el recreo Fiorella subió al salón para ayudar a una compañera con el dibujo y después se puso a hablar con Marcos sobre una prueba que habían tenido. Marcos estaba sentado en su banco y Fiorella estaba parada. "Yo le estaba explicando (a Marcos) cómo me había ido en el escrito y en un instante, no sé cómo, perdí la fuerza de las piernas y me caí", cuenta Fiorella.
Lo que había empezado como un juego terminó con un disparo de la pistola que tenía Marcos. El balazo de la pistola Browning 6.35, que tiene una potencia similar a la de una 22, entró por la columna de Fiorella y le cortó la médula a la altura de la cintura. En la desesperación del momento, dos compañeros de Marcos le dijeron que tirara el arma por la ventana del salón. Marcos tiró la pistola que quedó en un patio trasero del liceo donde hay mucho pasto. Después la Policía encontró el arma entre los yuyos. Hubo desconcierto de los alumnos por no saber cómo había pasado el accidente y nervios porque veían a Fiorella sufriendo, y consciente de todo lo que estaba pasando. "Yo me acuerdo de todo de ese momento. Nunca perdí el conocimiento", recuerda Fiorella.
Después llegó la Policía y algunos padres de alumnos del liceo preocupados por lo que había pasado. A Fiorella la trasladaron de urgencia al Hospital Pereira Rossell donde la operaron para ver cuál era la lesión que había ocasionado la bala. A Marcos lo llevó la Policía a la Seccional 16 de Carreras Nacionales de Delitos Complejos donde explicó cómo se le había escapado el disparo. Esa misma Seccional, minutos antes había recibido la denuncia de la madre de una de las jóvenes amenazadas por Marcos. Después lo llevaron al Juzgado de Menores para que también declarara su versión ante el juez Guido. Durante la declaración, Marcos estaba muy acongojado y le costaba explicar lo que había pasado. El joven declaró que él había descargado el arma y no se dio cuenta de que había quedado una bala en la recámara. Reconoció que el disparo se escapó por accidente.
Durante la internación en el Pereira Rossell, Fiorella tuvo que reconstruir el hecho y hasta dibujar en un papel lo que había sucedido en el salón. Todo lo que declaró Fiorella está en el expediente del juez Guido como también los estimonios de sus compañeros que sufrieron amenazas y la versión de Marcos.
El dia del accidente la Dirección del liceo 13 decidió suspender las clases de inmediato. El día después pegaron el a reja del liceo una hoja de papel escrita con birome que decía: "Mañana se reanudan las clases a partir del turno intermedio. Hora 11:50. Los profesores deberán concurrir en todos los turnos. La Dirección".
(En breve cuelgo la segunda parte)
lunes, 26 de mayo de 2008
Un personaje excepcional…un camino a retomar
El domingo 13 de enero, la cultura uruguaya perdió a uno de sus exponentes más jóvenes y talentosos. A los 33 años, el chef y comunicador, Juan Pablo Capdepon, dejó su vida en el kilómetro 87,500 de la ruta
Desde muy chico Juan Pablo sabía que quería ser cocinero. Pese a que su padre era arquitecto y que alguno de sus regalos eran la regla T o una escuadra, “el Negro”, como todos lo conocían, contó en 2007 para una entrevista al diario El País, que “hacía los deberes en la cocina” porque le encantaba. Hizo sexto de arquitectura pero en el año 1993 se decidió: quería ser cocinero y con formación. En ese momento la gastronomía no tenía muchos lugares donde formarse y decidió irse a estudiar a Francia. Cuando estaba casi con un pie en el avión, Sergio Puglia abrió el Instituto Técnico Hotelero Gastronómico del Uruguay (ITHU) y “El Negro” eligió su país, como siempre lo hizo.
En el Instituto era un alumno destacado, por sus notas pero también por su personalidad. Es que Juan Pablo era de esas personas que no pasaba desapercibido en ningún lugar. Muy inquieto, curioso y con un carisma que enganchaba.
Sergio Puglia comentó a Placer que lo recuerda como “un alumno brillante, de los mejores de su generación, que también se hizo notar por su personalidad, con avidez de conocimiento y pasión por aprender”.
El chef y propietario de Zensei, Sebastián Olivera, compartió la carrera con Juan Pablo, aunque pertenecía a una generación mayor. “Desde joven se veía el talento que tenía y que era un tipo muy emprendedor”, contó Olivera a Placer, quien también recordó que no sólo se destacaba por su talento y personalidad: “era un sex symbol entre las mujeres, había varios comentarios”.
Siempre mostró una inquietud natural y la avidez por aprender que señala Puglia; no en vano, al mismo tiempo que cursaba el ITHU, Juan Pablo asistía también a
Pero si tuviéramos que señalar quién fue el mentor de “El Negro”, aquel cocinero que contagió su estilo, ese fue Francis Mallman. El chef argentino dejó un sello indeleble en Juan Pablo, para que luego él pudiera desarrollar su propia expresión. Recomendado por Puglia, “El Negro” realizó una pasantía en el restaurante de Mallman en Punta del Este, “Los Negros”. Allí mamó de cerca la cocina de autor, donde se trabaja con los ingredientes de la cocina local en su estado natural y se experimenta con diversas técnicas de cocción para crear los platos.
“El Negro es uno de los pocos uruguayos que trabajó con Francis Mallman y se notaba mucho la influencia”, comentó el chef Olivera.
Mallman comentó a Placer que “la impronta de Los Negros siempre estuvo en el pensamiento de la cocina de J.Pablo; nuestra influencia se manifiestó en la búsqueda de la excelencia sumada a la simpleza. La cocina es del llano, es un oficio de amores y él fue un abanderado de ese honor de fuegos, del picor y del silencio. Siempre supo reconocer en el plato esas notas lúcidas que hacen del sabor y el comer un templo de sencillez”.
De ahí en adelante, “El Negro” siguió desarrollándose como cocinero y consciente o inconscientemente, iba formando su estilo; pero si de algo estaba seguro era que debía ser diferente, innovar y ser emprendedor. A partir de 1997 comenzó con sus propios emprendimientos: “Ojos Negros” (1997-1999), “Soho” (1999-2000), los dos en Montevideo, “
Francisco Kantor, gerente general de Almena, distribuidora de diferentes marcas de bebidas alcohólicas, cosechó una amistad con “El Negro”, a partir de una visita a “El Tranvía”. “Fui a comer dos veces con mi mujer y nos enamoramos del lugar, un lugar muy folklórico, con productos que nunca antes había visto. Nunca más voy a tomar los tés que tomé ahí, los hacía con sus yuyos que los maceraba en mieles; eran unas delicias increíbles”, expresó Kantor a Placer.
Para Juan Colino, periodista y director de la publicación “Nuevo Restauranter”, una cena en “El Tranvía” también significó la mejor carta de presentación. “Descubrí el lugar de casualidad pero de pique me pareció muy emprendedor y original en la propuesta. No sólo con mucha onda sino que cocinaban muy bien, por eso los invitaba a los dos (J. Pablo y Agustin) para que promocionaran el lugar en mi programa de radio: El Sabor de los Uruguayos”.
Junto a Katzenstein, “el Negro” demostraba que quería ser diferente, que quería dejar una marca en sus clientes, como lo hacía en cada persona que conocía. Según Colino, “en ese momento ellos eran demasiado adelantados para lo que había y si te adelantás muy rápido, la gente no te entiende”. Katzenstein fue primero socio del “Negro” y luego se hicieron amigos porque entendían de manera similar a la gastronomía. “Nosotros estábamos medio piruchos, un día se nos ocurrió llevar la cocina debajo de
Ya el ambiente gastronómico conocía a Capdepon. El negro simpático y entrador, de pelos largos, a veces con rastas, que experimentaba y cocinaba con los ingredientes nacionales que tenía a mano. Sin embargo, el gran público no había tenido chances de dejarse conquistar por “El Negro”. En 2004, Juan Pablo demostró que las capacidades de presentación y carisma que tenía, las podía desarrollar ante el más ignoto cliente que recibiera, y hasta frente a autoridades relevantes del país. Cuando en agosto reabrió el Teatro Solís luego de 6 años,
El Negro de la tele
Más allá de algunas apariciones esporádicas en micros cortos de televisión (de Royal y Knorr), y en los programas “El Club de la buena vida” y “Puglia invita” de Sergio Puglia, Juan Pablo no era todavía una figura pública. No obstante su estilo descontracturado y directo lo convertían en alguien carismático que podía llegarle a cualquier persona, al público masivo.
Pablo Arriola es director de OZ, productora de los dos programas propios de Capdepon: “Las cacerolas del Negro” y “Rutas y Sabores”, aunque esa relación laboral es consecuencia de una amistad. Arriola contó a Placer que existe un grupo de amigos “donde Juan Pablo era siempre el centro, y una persona que por algún lado lo ibas a recordar, ya sea por un chiste o por alguna historia que contara”.
Luego de sus participaciones en canal 5 con “Puglia invita”, llegó la participación en el programa “Mochileros” de canal 10, donde Juan Pablo tenía un pequeño espacio de cocina.
No es casual entonces que Puglia lo haya convocado para cocinar en sus programas, ni que en las charlas informales entre amigos con Arriola, donde Juan Pablo siempre les cocinaba algo, surgiera la posibilidad de crear un producto con “el Negro” como protagonista. Pese a que tenía una filosofía lejana a la exposición mediática, evidentemente, su personalidad era funcional a la televisión.
“Juan Pablo, además de ser un excelente alumno, tenía una capacidad de comunicación impresionante. Él tenía un encanto muy particular y además hablaba con propiedad. Tenía códigos que le llegaban a la gente”, recordó Puglia.
El primer programa propio surgió en 2005: “Las Cacerolas del Negro”, un producto que buscaba mostrar la cocina uruguaya con ingredientes tradicionales y otros autóctonos pero poco utilizados. El objetivo era convertir a un chef carismático en un conductor de televisión. “Yo creía en él. Yo confiaba en que eso mismo que nos transmitía a nosotros, sus amigos, y a los clientes en sus restaurantes, podía dárselo de la misma manera al público”, explicó Arriola a Placer. El programa tuvo dos ciclos y un total de 36 emisiones donde “El Negro” se presentó ante los televidentes tal cual era en su cocina: de rastas, sin gorro y con la sencillez de siempre armaba un relato para describir su plato.
A pesar de su lenguaje coloquial, según Arriola Juan Pablo “llegaba tanto a jóvenes como a personas mayores. A mí me encantaba mostrarle a la gente cómo se movía el Negro en la cocina, cómo contaba todo lo que hacía; parecía que tenía años haciéndolo”. Según Kantor, “el Negro democratizó la audiencia de la cocina por su manera de ser desestructurada y además porque cocinaba fácil
Casi sin proponérselo, Juan Pablo había encontrado una veta de comunicador gestada naturalmente por su propia forma de ser.
En 2006 y cuando muchos lo conocían por “el negro de las cacerolas” arrancó su segundo programa: Rutas y Sabores. Un programa que expresaba mejor aún la personalidad del “Negro”. La de buscador inquieto, apasionado por conocer al productor que hacía una salsa o dulce. Con ese mismo estilo informal, esta vez Capdepon condujo un producto turístico-gastronómico que mostró a los televidentes los sabores, impresiones, costumbres y cultura de cada pueblo o ciudad que visitaba en nuestro país. Ese primer ciclo tuvo éxito (según datos de OZ: 50 mil espectadores por programa), la productora decidió ir por nuevos destinos internacionales, y realizaron 6 programas desde Panamá y Costa Rica; siempre fiel a la idea de conocer un pueblo o una ciudad a través de su cocina. Arriola contó a Placer, que Rutas y Sabores “era un programa entre tres amigos (Arriola, Capdepon y Diego Martino-productor periodístico) que viajaban por el mundo. A los tres nos gustaba la cocina, el vino, probar cosas nuevas; fue la unión de tres amigos en un programa de televisión”.
Su lugar en el mundo
En el año 2004, Juan Pablo abrió Carumbé (tortuga en guaraní), un restaurante en Playa Verde, junto a su esposa y compañera de locuras, Carolina Ratti. Ya en 2002 “el Negro” se había enamorado de ese balneario y decidió abrir otro restaurante con el estilo de siempre: “
Carumbé era “el Negro”. Un proyecto de vida que expresaba su filosofía personal y profesional: lo informal, desestructurado, la tranquilidad del campo, la cocina de autor con ingredientes propios, la experimentación y la inventiva, y la onda hippie pero con glamour (solían visitarlo políticos y personalidades del jet set y una comida rondaba los 1000 pesos por persona). El restaurante no tenía más de cinco mesas, funcionaba sólo con reservas y el menú cambiaba casi todos los días, según lo que podía cosechar en su quinta o los ingredientes que conseguía. Esas eran sus reglas y los clientes las aceptaban. “Juan Pablo logró a muy corta edad lo que muchos chefs desean: tener un lugar exclusivo donde la gente come lo que vos le decís que tiene que comer”, destacó Colino. A su vez, los clientes podían verlo trabajar porque tenía cocina a la vista. Arriola recuerda que en alguno de los viajes por el programa, varios cocineros de cadenas internacionales, que cocinaban para 200 personas, no entendían como “el Negro” cocinaba para cinco mesas y en el medio del campo. Esa era su forma, diferente, y así tenía que ser.
Francisco Kantor visitaba Carumbé junto a otras parejas amigas de Juan Pablo y Carolina y reconoce que “el Negro” “daba da comer con amor, te deleitaba y hacía mas que satisfacer la necesidad básica de comer: te llenaba un montón de sentidos; era caro pero desde el punto de vista del valor absoluto, porque lo que pagabas, lo vivías”, expresó Kantor.
Puglia entiende que Carumbé es el mejor reflejo del Negro “porque todo restaurante responde a su cocinero. Él quería marcar una diferencia con su personalidad bohemia, de loco lindo que se deja llevar y lo hizo, fue un gran artista”, dijo el más antiguo defensor de la cocina uruguaya.
El Negro era un verdadero caleidoscopio. Un buscador y viajero empedernido pero que a su vez eligió vivir en la tranquilidad del campo rodeado de sus perros, alejado del ritmo vertiginoso de Montevideo donde se crió toda su vida. Fue quizás por esa propia versatilidad que logró ser un “diferente”. Además pudo trasladar su filosofía de vida a la cocina, y que la aceptaran sus clientes, su público y sus amigos; alguien que sorprendía permanentemente a propios y extraños
Esta nota fue publicada en la Revista Placer, en abril de 2008.
viernes, 16 de mayo de 2008
Perfil de Pablo Ferré, crítico de cine.
Genera risas espontáneas por el uso y abuso de ironías y metáforas, y además, muestra una visión casi apocalíptica de la crítica de cine en Uruguay y a veces hasta del propio cine uruguayo. Pero si se comprende la relación que Ferré tiene con el cine, puede captarse hacia dónde va su discurso. No es difícil desnudar la pasión que siente por las películas. Su expresión y manera de hablar sobre cine es demasiado elocuente. Desde una butaca o un sillón, Ferré siente la necesidad de recorrer la película y establecer una comunicación con ella: “para poder ver una película tengo que atravesarla con un sacacorcho” dice Ferré con una de sus metáforas, convencido de que es exactamente eso lo que hace cuando mira una película. Ese convencimiento es el mayor sostén de su discurso. Porque él entiende a la crítica y al cine como un lugar donde vivir, por encima de su oficio de crítico o “periodista cultural”. Es un discurso tan intelectual y ordenado que quien lo escucha entra en su “juego”. Nos convence de que su necesidad vital es comunicarse con las películas y no ser un crítico. Por eso su sarcasmo no es soberbia ni pedantería. Todo lo contrario, es honestidad intelectual para satisfacer esa necesidad.
Este texto lo escribí el 15 de febrero de 2006 para un Taller de Periodismo Cultural en la Universidad ORT, del docente Álvaro Buela.
miércoles, 14 de mayo de 2008
Sentidas disculpas
Mis más sinceras disculpas por abandonar este blog el cual fue un ambicioso proyecto (por beneficios espirituales que me generaba sólo a mi, claro está), que naufragó varios meses sin actualizaciones. Pero me niego a abandonarlo. Por ahora, mi replanteamiento del blog incluye seguir colgando textos antiguos de mi autoría u otros que arbitrariamente yo seleccione. Eso significa que no todos los post tendrán el mismo estilo que siempre ha tenido el blog; ese chascarrillo constante que dejaba a familias enteras muertas de risa ya no será constante, sino esporádico, dependiendo de mis ganas.
Más disculpas. Los quiero a todos, sí, aunque les parezca mentira... a ustedes cuatro los quiero y banco a muerte. Y como dice León, "Por favor, perdón y gracias"
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